Voy a continuar con este tema, el de los queridos vecinos, para no dejar pasar unos puntos más que considero importantes y que, cuenten o no con el consenso de quienes los lean, son la opinión de alguien que vive en esta ciudad y que es vecino de usted, lector.

Por supuesto que la convivencia no resulta sencilla en una ciudad en la que cada uno tiene muchas preocupaciones y problemas que deben resolverse día a día, de tal forma que cuando uno llega a su casa lo que busca es descansar y olvidarse del ir y venir, del estrés y de tener que lidiar, faltaba más, con vecinos ruidosos, quejas, falta de agua o de luz y demás. Además, muchos creen merecer el mejor trato y recibir una atención inmediata, ¿por qué no? si para eso están pagando. Y también los que no pagan lo creen, pero mejor no opinan para que no les digan en su cara: “Primero paga y luego te quejas”, aunque nunca falta algún cínico por ahí.

En lugares donde la administración se va rotando, los dolores de cabeza van más allá de preocuparse por el propio hogar, sino ver por el de otros. Esto no debiera resultar un problema cuando existe buena comunicación y disposición, pero, la triste realidad, no es así. Administradores hay de dos tipos: buenos y mediocres, comprometidos e indiferentes, responsables y codiciosos. Algunos “ostentan” el cargo como si fuera el título nobiliario o como dictadores, otros se asumen como dirigentes políticos o encargados de jardín de niños que se la pasan acarreando a la gente, y algunos llevan su administración sin pena ni gloria, tratando sólo de cumplir con lo mínimo.

No es una tarea sencilla administrar los gastos de un condominio, unidad habitacional o conjunto residencial. Las dificultades están a la vuelta de la esquina y muchas veces éstas echan a perder proyectos de mejoras que deberán esperar a que la urgencia pase para entonces cubrir la necesidad. Con buena organización y apoyo se puede lograr mucho, pero cuando éstos faltan los resultados difícilmente serán los esperados. Además, nunca se podrá dar gusto a todos, con buena voluntad o sin ella. Cuando se trata de administrar el dinero de otros, uno tiene la soga al cuello, ya que habrá buenos deseos pero malas decisiones, o buenas acciones pero que son sólo para beneficio de unos cuantos, según como se vea.

Si tenemos el privilegio de vivir en un lugar que cuente con lo indispensable y que ofrezca un ambiente seguro para nuestras familias, cuidémoslo y comprometámonos con él. Si hay carencias, la mejor forma de solucionarlas es en conjunto, con buena disposición y el interés de que todos vivan bien. Como rememos todos se verá si avanzamos, retrocedemos o nos hundimos.

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